18 de diciembre
|1892 – Estreno en el Teatro Maryinsky de San Petersburgo de la ópera en un acto IOLANTA de Peter I. Tchaikovsky; con libretto de Modest Tchaikovsky, basado en la comedia La hija del Rey René de Henrik Hertz, basado a su vez en Hans Christian Andersen.
Intérpretes de la premiére: M. Figner, N. Figner. Sibiriakov, dirigidos por Napravnik.
Fuente:
Hamilton, David – THE METROPOLITAN OPERA ENCYCLOPEDIA
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1920 – Nacimiento en Barnaul (Rusia) de la soprano RITA STREICH. Estudió con Erna Berger, María Ivogün y Willi Domgraf-Fassbänder. Debutó como Zerbinetta (Ariadne auf Naxos), Aussig, 1943. Cantó en Berlín (Opera del Estado, 1946-51; Opera de Berlín, desde 1951) y Viena (desde 1953); también en Londres (1954), San Francisco (Rosenkavalier, Sophie, 1957), Glyndebourne (Zerbinetta, 1958), Teatro Colón de Buenos Aries (Zauberflöte, Königin der Nacht, 1958) y Chicago (Nozze di Figaro, Susanna, 1960).
Desde 1974 enseñó en la escuela Folkwang de Essen y en la Academia de Música de Viena. Además, impartió clases magistrales durante el Festival de Salzburgo desde 1983.
RITA STREICH falleció en Viena (Austria) el 20 de marzo de 1987.
Dice Valenti Ferro: “Cantante inteligente, de firme musicalidad, unía a su voz, esmaltada, liviana y extensa -con una escalofriante seguridad en los agudos y manejada a la perfección-, la autoridad vocal y la autoridad estilística.”
Fuentes:
Hamilton, David – THE METROPOLITAN OPERA ENCYCLOPEDIA
Valenti Ferro, Enzo – LAS VOCES – TEATRO COLON: 1908-82
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1922 – Nacimiento en Roma (Italia) del tenor CESARE VALLETTI. Apenas terminada la Segunda Guerra Mundial comenzó a moverse activamente con miras a ocupar un lugar en el panorama de los tenores italianos de primera línea. Todavía estaban vigentes su maestro Schipa, Gigli y Tagliavini, pero Valletti fue apreciado desde sus comienzos. Siguiendo el consejo del barítono Riccardo Stracciari estudió en Roma con Lidia Bucci-Brunacci y debutó como Alfredo (La Traviata) en el Teatro Piccini de Bari (1947). Poco después comenzó a colaborar con la RAI en títulos como Gianni Schicchi (1947), La Cenerentola (1949) y Le Donne Curiose (1950). En Roma (1947 y 1948) fue Paolino en Il Matrimonio Segreto. En Palermo fue Almaviva (Il Barbiere di Siviglia, 1949) y en el San Carlo de Nápoles Elvino (La Sonnambula, 1949). En el Teatro Eliseo de Roma se produjo el primer encuentro de Valletti con Callas, a raíz de la reposición de Il turco in Italia de octubre de 1950. En ese elenco participaron también Mariano Stabile y Sesto Bruscantini, bajo la dirección de Gavazzeni.
Valletti debutó con la compañía de La Scala en Londres con el Falstaff verdiano dirigido por Victor De Sabata el 21 de septiembre de 1950, donde intervenían también Gino Bechi (protagonista), Fedora Barbieri, Maria Caniglia, Alda Noni y Cesare Siepi. Una vez en la sala milanesa fue Nemorino (L’ elisir d’ amore), Vladimir Igorevitch en El príncipe Igor (con Barbieri, Christoff, Konetzni y Silveri) e intervino en la repetición de Falstaff, otra vez con Stabile al frente del reparto. En 1952 hubo un Barbiere di Siviglia (Simionato, Bechi, Rossi-Lemeni, bajo De Sabata) y tres nuevas funciones de Falstaff. En marzo de 1953 se representó una notable versión de L’ Italiana in Algeri dirigida por Carlo Maria Giulini y coprotagonizada por Simionato, Bruscantini y Petri. En junio de 1954 Valletti cantó el rol de Filipetto en I Quattro Rusteghi junto a Rossi-Lemeni, Carteri, Elmo, Ligabue y Zampieri. El período de triunfos de este tenor en La Scala finalizó con otra versión de Il turco in Italia con Callas, en abril de 1955 y de la mano de Franco Zeffirelli, y con la famosa Sonnambula dirigida por Bernstein y puesta en escena de Visconti.
Valletti fue además un asiduo compañero de elenco de la Simionato, con quien (entre diciembre de 1949 y junio de 1955) dividió responsabilidades en Il Matrimonio Segreto (La Fenice de Venecia, Teatro de la Moneda de Bruselas y San Carlo de Nápoles), Werther (Piacenza, San Francisco y Los Angeles), La Cenerentola (Trieste, La Haya y Amsterdam), L’ arlesiana (Roma), Il combattimento di Tancredi e Clorinda (Nápoles) y L’ Italiana in Algeri (Milán, La Haya y Amsterdam). La actividad de Valletti en Italia se vio seriamente resentida con su desempeño en Estados Unidos, pero cuando un problema con Rudolf Bing lo desvinculó del Metropolitan volvió a la península para cumplir con otras lucidas actuaciones, entre las que se puede mencionar a Giacomo V en La Donna del Lago de Rossini (Maggio Musicale Fiorentino de 1958) e Idamante en Idomeneo de Mozart (id. compañía, 1962). A esa prestigiosa institución volvió en 1965 para interpretar el Giannetto de La Gazza Ladra de Rossini.
La ruta internacional de Valletti se inició con las actuaciones londinenses organizadas por La Scala, pero fue en 1951 cuando emprendió su primera aventura en el nuevo continente. En julio se trasladó a México, donde cantó su primera Traviata junto a la Callas con el Germont de Giuseppe Taddei. En agosto y septiembre estuvo en Brasil y Uruguay, cantando en ese último país un recordado Barbiere di Siviglia junto a Tito Gobbi y Nicola Rossi-Lemeni. El debut norteamericano se produjo a través de la Opera de San Francisco el 19 de septiembre de 1953 con el Werther massenetiano que tenía a Simionato como Charlotte y la batuta de Tullio Serafin. En esa temporada se produjo Il Babiere di Siviglia con Simionato, Guarrera, Baccaloni y la dirección del mismo maestro. Volvió recién en 1963 para otro Barbiere, esta vez con Reri Grist y Hermann Prey. También para una infrecuente presentación como Flamand en Capriccio junto a Schwarzkopf y Prey.
La primera presentación de Valletti en el Metropolitan se concretó en diciembre de 1953 (luego de los éxitos en el Pacífico) con el Don Ottavio de Don Giovanni. En la temporada siguiente (1954/55) se afirmó en la senda de Mozart con el Ferrando de Così fan tutte y un año después fue aplaudido como Ernesto en Don Pasquale. En 1958/59 cantó Alfredo en La Traviata y Die Fledermaus, además de Tamino en Die Zauberflöte. Cuando se preparaba para hacer su primer Nemorino en Nueva York, una intempestiva decisión de Rudolf Bing lo apartó del elenco luego del ensayo general. De esa forma, el teatro se privó, por culpa de su principal (como había sucedido con Gigli y Gatti-Casazza) de una de sus figuras más destacadas.
Fuera de los lugares mencionados Valletti fue gran figura en El Cairo, Barcelona, Lisboa y, en 1958, en el Covent Garden, cuando acompañó a Callas en una de sus últimas y más intensas versiones de La Traviata. En 1951 se presentó por primera vez en Francia (Marsella; Don Pasquale) y en 1953 cantó su Almaviva en Aix-en-Provence. En 1960 cantó el Don Ottavio de Don Giovanni en Salzburgo. Su despedida de los escenarios se produjo prematuramente, cuando encarnó a Nerone en L’ Incoronazione di Poppea (Bible, Malas; dir: Rudel) para el Caramoor Festival de Nueva York (1968). Otro rol que agregó en los Estados Unidos fue el Sextus de Giulio Cesare de Haendel, a mediados de los sesenta. El tenor, actualmente radicado en Italia, es una persona de agudo sentido del humor y sofisticadas costumbres; también un inquieto coleccionista de objetos de arte.
Es lamentable que tan pocos aficionados a la ópera recuerden hoy en día a este magnífico cantante. Tampoco en sus tiempos fue reconocido en su verdadera valía y recién cuando se alejó de los escenarios para ser sustituido por voces más débiles se pudo apreciar a cabalidad la estatura del artista. Su carrera fue bastante corta. Afortunadamente, sus relaciones con los micrófonos fueron activas y existe un abundante testimonio de sus mejores momentos como figura lírica de relieve. Valletti fue un sucesor directo de Tito Schipa, de quien recibió lecciones de canto, y había incluso cierto parecido en el timbre algo velado y renuente a destacarse en la zona alta. Quizá Schipa haya descollado un poco más en ella durante su primera década de triunfos (cuando no le temía a Tosca, Cavalleria o Zazá), pero después su registro se limitó a un La o un Si bemol. Valletti también tuvo apremios en sus primeros días de cantante lírico, pero con el correr de las temporadas y sesiones de grabación fue adquiriendo una seguridad que su antecesor nunca poseyó en el extremo agudo. Incluso existen algunos Do de buen rendimiento y emitidos temerariamente de pecho, que Schipa tenía vedados. El resto de la voz posee el aterciopelado metal de su antecesor, dando la idea de haber contado con un mayor volumen. Mas el paralelismo se establece sobre todo en el mayestático fraseo, el cuidado estilístico y la seducción que aportaban a todos los personajes que les tocaba abordar.
En el terreno escénico Valletti se movió con corrección y todas sus actuaciones junto a Maria Callas (veintiocho en tres títulos) concretaron una dupla compenetrada tanto en lo canoro como en lo teatral. Pero lo que es indispensable resaltar en el canto de Valletti es la musicalidad y la sensibilidad, que luego de su retiro volvieron a aparecer sólo en un Gedda o un Kraus.
Fuente:
Patrón Marchand, Miguel – CALLAS Y 99 CONTEMPORANEOS
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1926 – Estreno en Brno de la ópera en tres actos EL CASO MAKROPOULOS de Leos Janácek (1854-1928); sobre libreto propio, basado en el drama de Karel Capek.
Intérpretes: Cvanová, Otava, E. Olsovsky. Director: Neumann.
Argumento: La heroína, Emifia Marty, cantante de la Opera de Viena (alias Eliane MacGregor, Elsa Müller, Ekaterina Myskin, Elina Makropoulos), tiene en realidad trescientos cincuenta y seis años, nacida en 1566 de un alquimista que le confió el secreto de larga vida. Vive, pues, envuelta en una luz misteriosa, en lugares reales: un bufete de abogado, los escenarios de un teatro, una habitación de hotel. Continúa teniendo contacto con criaturas reales que no se maravillan de discutir con una aparición y no piden explicaciones, hasta que, cansada de la existencia, maldiciendo el tedio de vivir de tal modo, acepta conscientemente la muerte.
Definida por su autor como “ópera histórica moderna”, El caso Makropoulos es, en efecto, una historia fantástica. Su composición se remonta al período siguiente a la primera guerra mundial, en el que Janacek crea obras con los más violentos contrastes dramáticos, hasta el punto de alcanzar tonos decididamente expresionistas.
Fuente:
Hamilton, David – THE METROPOLITAN OPERA ENCYCLOPEDIA