7 de noviembre

1876 – Estreno en el Teatro Provisional de Praga de la ópera en tres actos EL BESO de Bedrich Smetana; con libretto de Eliska Krásnohorská.

Fuente:
Hamillton, David – THE METROPOLITAN OPERA ENCYCLOPEDIA

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Joan Sutherland1926 – Nacimiento en Sydney (Australia) de la soprano JOAN SUTHERLAND. Siendo hija de William Sutherland y Muriel Ashton, hizo sus primeros estudios de canto con ésta última, que era una mezzosoprano no profesional, y luego con John y Aida Dickens. En 1947 se exhibió en una ejecución de concierto de Dido y Eneas de Purcell y después participó en conciertos y oratorios. En 1951 se trasladó a Londres para estudiar en el Royal College of Music con Clive Carey, un discípulo de Jean de Retské.
Su debut operático se produjo en su patria el 10 de julio de 1951 con Judith de Eugene Goossens. Se presentó por primera vez en el Covent Garden de Londres (que sería su hogar artístico en los primeros tiempos) en octubre de 1952 como la Primera Dama (Die Zauberflöte). Poco después cantó la Sacerdotisa en Aida y fue Clotilde en la histórica versión de Norma protagonizada por Maria Callas, Ebe Stignani, Mirto Picchi y Giacomo Vaghi. En diciembre ya se enfrentó a una insólita Amelia (Un ballo in maschera) y en febrero del año siguiente incorporó a su repertorio la Contessa (Le Nozze di Figaro) durante una gira de la compañía por Edimburgo. Poco después volvió a los roles pequeños en Elektra de Richard Strauss. Durante el verano de 1953 viajó con la compañía del Covent Garden a Rhodesia del Sur para las celebracionjes del centenario de Cecil Rhodes. En la ciudad de Bulawayo cantó el papel de Penélope en Gloriana de Britten, ópera especialmente escrita para los festejos de la coronación de Isabel II. De regreso a Gran Bretaña formó parte de los elencos de Die Walküre (Helmwige), dirigida por Fritz Stiedry, y Carmen (Frasquita), por John Pritchard. Un nuevo papel importante apareció otra vez en terreno inadecuado con la protagonista de Aida, pero en Agathe de Der Freischütz se encontró cómoda y obtuvo nuevos aplausos. En mayo de 1954 fue Woglinde en Das Rheingold, siempre bajo la dirección de Stiedry. En ese mismo Ring des Nibelungen encarnó al Pájaro del Bosque en Siegfried que después grabaría con Solti, ya en su posición de gran estrella, y a una de las hijas de Rhin en Götterdämerung. En noviembre de ese año apareció en su horizonte la ópera Les Contes d’Hoffmann, donde cantó el papel de Antonia. Giulietta se incorporó en febrero de 1955 y Olympia en junio de ese año. En sus tiempos posteriores de triunfo indiscutido fue una de las pocas sopranos que podía cantar todos los papeles en la misma función. La inclusión de Jennifer de The Midsummer Marriage de Tippett se produjo en esa misma época y también la Micaela de Carmen. Posteriormente, realizó un paréntesis mientras esperaba un hijo, que nació en febrero de 1956 y fue bautizado como Adam Carl Bonynge. En noviembre, Pamina (Die Zauberflöte) se sumó a su aun errático repertorio y poco después Eva (Die Meistersinger).
En 1957 llegó a uno de sus mejores papeles: Alcina, en una única función cantada para la «Haendel Society» en el St. Pancras Assembly Rooms. Los próximos papeles fueron Gilda (Rigoletto) para el Covent Garden y Madame Herz en L’Impressario de Mozart en Glyndebourne. También en ese año tuvo ocasión de ser Desdemona para el magnífico Otello de Ramón Vinay. Con Francis Poulenc presente en los ensayos, Sutherland interpretó a Madame Lidoine en Dialogues des Carmélites en enero de 1958 y en el verano boreal de ese año se trasladó a Vancouver, que se convertiría en uno de sus más sólidos bastiones, e incorporó a su favorita Donna Anna (Don Giovanni). Al regreso, y con dirección del especializado Raymond Leppard, participó en las escenificaciones del Samson de Haendel (La mujer israelita) en Leeds.
Ya estaba todo pronto para su gran momento con Lucia di Lammermoor, que había estado ausente del Covent Garden desde 1925 cuando se dio una aislada función. Los esfuerzos de Bonynge para que Joan se luciera en ese título fructificaron en febrero de 1959. La mano de Tullio Serafin y el talento de Franco Zeffirelli hicieron el resto y una nueva estrella nació en el firmamento de la ópera. Al partir de ahí el mundo entero la vio triunfar, pero el Covent Garden no dejó deser su hogar artístico. Luego de su exitosa Rodelinda en Sadler’s Wells tuvo un tropiezo con La Traviata a causa de una laringitis y de su inmadura captación del papel de Violetta. La lista de personajes que debutó en la sala londinense en tiempos posteriores es la siguiente: Amina (La Sonnambula, octubre de 1960), la Königin der Nacht (con las arias transportadas) de Die Zauberflöte y Marie (La Fille du Regiment, junio de 1966). Siempre en Gran Bretaña, el Sadler’s Wells vio su Cleopatra en Giulio Cesare (junio de 1963). Otras ciudades de habla inglesa que deliraron con su presencia fueron Vancouver y Seattle. En la primera hizo conocer su primera Norma (octubre de 1963), Lucrezia Borgia (octubre de 1972), Die Lustige Witwe (abril de 1976) y Le Roi de Lahore (septiembre de 1977). En Seattle se midió por primera vez con Lakmé (abril de 1967) y con los cuatro personajes de Les Contes d’Hoffmann (noviembre de 1970).
La carrera de Sutherland se encaminó hacia el extranjero desde 1959. Una de las primeras compañías que se interesó por su arte fue la Opera del Estado de Viena que la solicitó para Don Giovanni. En 1960 Italia la conoció a través de aplaudidas funciones de Lucia di Lammermoor, que se convirtió en su talismán y le abrió las puertas de la Opera de París. Alcina fue otro vehículo de triunfos en La Fenice de Venecia y la Opera de Dallas. Su exitosa Elvira de I Puritani vio la luz en Glyndebourne en mayo de 1960 y fue ovacionada en Palermo el mismo año.
Nueva York conoció a Joan Sutherland a través de una versión de concierto de Beatrice di Tenda en el Town Hall, donde cantó por primera vez con Marilyn Horne. Esa actuación coincidió con la muerte de su madre. En Chicago cantó Lucia y esta ópera la lanzó a la fama definitiva con motivo de su debut en el Metropolitan, el 26 de noviembre de 1961. En esa sala fue muy apreciada en los siguientes roles: Amina (La Sonnambula), Violetta (La Traviata), Donna Anna (Don Giovanni), las protagonistas de Norma y Esclarmonde, Marie (La Fille du Regiment), Gilda (Rigoletto), las cuatro heroínas femeninas de Les contes d’Hoffmann y Elvira (I Puritani). Sutherland llegó a San Francisco para una función de Lucia di Lammermoor y no quedó satisfecha con el director Molinari-Pradelli. Para futuras actuaciones exigió a Bonynge. Volvió en 1963 para La Sonnambula e impuso a su protegido Renato Cioni. Las cosas mejoraron en 1964 en una Traviata que tuvo como insólito Germont a Eberhard Wächter. En 1966 la temporada se inauguró con I Puritani junto al Arturo de Alfredo Kraus. Un paréntesis se abrió hasta 1971 cuando Joan cantó su primera Maria Stuarda al lado de la truculenta reina Isabel de Huguette Tourangeau, otra integrante del clan. Un año después ambas se presentaron en Norma con disparidad de juicios por parte del público. En 1973, Joan agregó otra obra a su incipiente repertorio: Die Fledermaus de Johann Strauss. Al año siguiente le tocó el turno a Esclarmonde de Massenet, uno de sus éxitos más señalados. En 1975 se atrevió con la Leonora de Il Trovatore ante ese público propicio, junto a Pavarotti y Obratzsova. El terreno de la opereta se amplió en 1980 cuando agregó la Adele de Die Fledermaus en San Diego para compartir el escenario y alternar los roles protagónicos con Beverly Sills, quien se despedía de la escena. Dame Joan, ya ennoblecida por Isabel II, fue a su patria en 1965 para recoger merecidos laureles en espectáculos organizados por el veterano J.C. Williamson. Las obras elegidas fueron Lucia di Lammermoor, La Sonnabula, La Traviata y Faust, esta última dedicada a la memoria de Nellie Melba. Los éxitos australianos fueron continuos hasta su retiro y fue asidua participante en las temporadas de la nueva Opera de Sydney. Allí agregó a su lista Suor Angelica, la Elettra de Idomeneo e I Masnadieri. Entre los últimos títulos de Sutherland se encuentran Anna Bolena de Donizetti y Adriana Lecouvreur de Cilea.
La Scala de Milán la recibió en abril de 1961 como protagonista de Lucia di Lammermoor, rodeada de Gianni Raimondi y Ettore Bastianini. Poco después hizo el papel titular de Beatrice di Tenda al lado de Giuseppe Campora y Raina Kabaivanska. En ambas oportunidades fue dirigida por Antonino Votto. En mayo de 1962 participó en el elenco estelar de Les Huguenots como la reina Marguerite. Con ella estuvieron Simionato, Corelli, Ganzarolli, Cossotto, Ghiaurov y Tozzi, dirigidos por Gavazzeni. Aunque nunca fue asidua visitante de esa sala pudo presentar allí en los años siguientes algunos de sus papeles más exitosos como Donna Anna. También fue excelente protagonista de Semiramide, donde compartió cartelón y aplausos con la Simionato.
La aventura argentina de 1969 estuvo signada por la desdicha, al no estar la soprano en su mejor estado vocal y por mostrarse el público desconforme con la totalidad del «clan Bonynge». Y si La Traviata ocasionó tumultos, la Norma que siguió tampoco fue plenamente aceptada.
En 1990 se produjo la despedida de la escena de esta soprano australiana con el papel de Marguerite de Valois en Les Huguenots de Meyerbeer. El personaje tiene poca miga pero se adecuaba de maravillas al lucimiento de Dame Joan, una gran especialista del canto ornamentado. Cuando Maria Callas daba sus últimos testimonios de Lucia di Lammermoor en 1959, esa ópera iba a catapultar a la fama a Sutherland en el Covent Garden, su teatro de adopción desde octubre de 1952. Ese espectáculo vio el nacimiento de una gran diva de la ópera que dejó atrás la carrera de comprimaria y el repertorio errático. Para los amantes de la pirotecnia vocal fue el éxtasis. Ya no soportaban el vibrato lento y las crecientes dificultades vocales de Callas y Sutherland vino a colmarlos de dicha. Para los que se habían criado al amparo de los discos de Maria esa llegada fue menos apreciada ya que junto a las virtudes antes expuestas aparecía un canto aburrido, pésima dicción y, sobre todo, un regreso a las Lucias «estilo Lily Pons». En suma, un gran paso atrás.
Pero las aprensiones de algunos no iban a impedir a Joan encaminar un irreversible triunfo en casi todos los horizontes. No era buena actriz y su figura dejaba que desear, pero los sobreagudos espectaculares, la técnica impresionante, el timbre plateado e inconfundible y la firme musicalidad concretaron el milagro de esa brillante trayectoria. En 1954 se casó con el pianista Richard Bonynge, que tuvo fundamental importancia en su carrera. No sólo fue su casi exclusivo director en los últimos treinta años sino también su preparador musical durante el período de formación y la persona que con visión y constancia la empujó hacia el repertorio de coloratura. Este terreno tenía uno de sus puntos máximos en las óperas de Haendel donde Joan fue una intérprete insuperable. El convertirse casi compulsivamente en director-marido de una diva fulgurante lo expuso a críticas implacables, debido a la imposición de la soprano-esposa en sus contratos. Sin embargo, su desempeño estuvo a buen nivel. Bonynge es un profesional con antecedentes musicológicos de envergadura los que se notan en el resultado de sus grabaciones y actuaciones.
A partir de 1970 la voz de Sutherland se engrosó sin perder virtuosismo y el nivel de sus grabaciones se elevó. Una década después comenzó a advertirse cierta pesadez en las agilidades, cortedad de la zona superior y regresó al canto gutural y borroso. A cambio, hizo felices incursiones en el terreno de la opereta con Die Fledermaus y Die Lustige Witwe (La viuda alegre). Su intento de convertirse en soprano absoluta, que había evitado durante años, tuvo más puntos bajos que logros legítimos. El principal mérito de Sutherland y Bonynge fue continuar la senda de Callas en la restitución del Bel canto al estilo de los orígenes, con dominio de la coloratura, el trino y el fraseo spianato. De tan ilustre contemporánea y antecesora no poseyó en cambio el carisma, el sentido teatral y el don de dar a ciertas heroínas (Norma, Anna Bolena, Amina, Lucia) el acertado color vocal. Falleció el 11 de octubre de 2010 tras una larga enfermedad.

Fuente:
Patrón Marchand, Miguel – CALLAS y 99 CONTEMPORÁNEOS

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Mattia Battistini1928 – Fallecimiento Colle Bucaro (Itallia) del barítono MATTIA BATTISTINI a los 72 años de edad. MATTIA BATTISTINI había nacido en Contigliano (Italia) el 27 de febrero de 1856. Estudiaba en la Universidad de Roma cuando decidió dedicarse al canto. Inició su preparación con los maestros Orsini, Persichini y Terziani.
Debutó el 11 de diciembre de 1878, como Alfonso en La Favorita, en el Teatro Argentina de Roma. Inmediatamente se mostró como un continuador de la tradición de la vieja escuela de Rubini, Tamburini y Lablache.
En 1883 se presentó en el Covent Garden en el papel de Riccardo en I Puritani, con escaso suceso. En 1887 tentó suerte en Drury Lane. No volvió a Londres hasta 1905, cuando ya era reconocido indiscutiblemente como el mejor barítono italiano viviente.
Viajó a Sudamérica en 1881 y 1889, esta vez junto a Francesco Tamango, pero no tuvo ocasión de hacerse conocer en los Estados Unidos. Fue muy aplaudido, sin embargo, por los públicos de Rusia y Polonia.
Su repertorio incluía ochenta y dos óperas, entre las que se destacaban Roberto Devereux, Tosca, Ruy Blas, Eugenio Oneguin, Fausto, Rigoletto, Otello, Ernani, La Favorita y muchas otras del repertorio universal.
Massenet cambió la parte de Athanaël en Thaïs de bajo a barítono, y la parte de Werther de tenor a barítono para que pudieran ser interpretadas por BATTISTINI, a quien admiraba ilimitadamente.
Conservó sus medios vocales intactos, y pudo cantar en público hasta los setenta años.
BATTISTINI fue un barítono de voz clara que manejaba con facilidad. Le permitía de esa manera abordar papeles del repertorio lírico y aún dramático. Se hizo famoso por un fraseo muy personal y a veces amanerado; el cantante tomaba las frases a su gusto, las desarrollaba agregando en numerosas ocasiones agudos, mordentes o grupitos, y las terminaba en verdaderos alardes de fiato.
Enfocado con la óptica de nuestros días, estas concesiones no se podrían admitir. De todas formas, fue un artista refinado y excelente actor. Hizo alarde, además, de una insólita longevidad vocal.

Fuente:
Patrón Marchand, Miguel – 100 GRANDES CANTANTES DEL PASADO

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Gwyneth Jones1936 – Nacimiento en Pontnewyndd (Gales, Inglaterra) la soprano GWYNETH JONES. Estudió (como mezzo) en Londres, Siena, Zurich y Ginebra; debutó como Annina (Der Rosenkavalier), Zurich, 1962. Seguidamente, actuó en el Covent Garden, 1963, pasando a roles de soprano, incluyendo Leonora (Il Trovatore), Santuzza (Cavalleria rusticana), Fidelio. Debuts en Viena (Fidelio, 1966) y Bayreuth (Eva, 1968), donde cantó más tarde Senta (Fliegende Höllander), Kundry (Parsifal), Sieglinde (Walküre), Elisabeth y Venus (Tannhäuser), y Brünnhilde en el ciclo wagneriano de 1976. Debutó en el Metropolitan como Sieglinde (noviembre, 1972); ha cantado en la sala neoyorquina más de cincuenta funciones que incluyen Fidelio, Marschallin (Rosenkavalier), Brünnhilde (Walküre), Isolde y Salome. Otros roles de su repertorio son: la Emperatriz (Frau ohne Schatten) y Turandot. Jones debutó en el Teatro Colón de Buenos Aires en 1967 (Elisabetta di Valois y Sieglinde) y retornó en la temporada 1969 (Medea de Cherubini).
Una flexible voz lírica, pastosa, redonda, trabajada de una sola pieza, que en su plenitud gozó de extensión y potencia. Se distinguía por un canto inteligente y sensitivo, un fraseo en que la música, texto e intención componían un conjunto armónico. Una presencia escénica plástica y vital, se sumaba a la personalidad artística de Gwyneth Jones.

Fuentes:
Hamillton, David – THE METROPOLITAN OPERA ENCYCLOPEDIA
Valenti Ferro, Enzo – LAS VOCES, TEATRO COLÓN: 1908-1982