15 de marzo
|1842 – Fallecimiento en París (Francia) del compositor LUIGI CHERUBINI. Había nacido en Florencia (Italia) el 14 de septiembre de 1760. Cherubini fue un músico unánimemente apreciado en su época. Beethoven fue su admirador incondicional. Goethe afirmó que el texto de Les deux journées (que en gran parte fue el modelo de Fidelio) era el libreto ideal. Este florentino que se convirtió en parisiense (lo mismo que siglo y medio antes, aproximadamente, había hecho Lully), fue, de acuerdo con el cosmopolitismo de la época, un compositor en varios idiomas: primero en italiano, después en francés y una vez incluso en alemán (Faniska). Se convirtió en intérprete de la Revolución Francesa, pues creó, como monumento sonoro, el tipo de ópera de «liberación» o de «rescate», un espectáculo musical que canta el heroísmo del pueblo, la liberación del yugo tiránico, el victorioso levantamiento de los desposeídos contra los opresores. También fue un teórico de gran capacidad, autor de un tratado de contrapunto que influyó con la misma fuerza en los franceses (Adam, Auber, Hálevy), en los italianos (sobre todo en Rossini) y en los alemanes (Spohr, Weber, Mendelssohn). Fue sin duda un hombre orgulloso, con una gran confianza en la llegada de su momento (en lo que el destino le ayudó, pues vivió muchos años). Sólo en 1813 le abrió sus puertas la Opera de París; en 1821 fue director del Conservatorio de dicha ciudad, a pesar de que por sus cualidades hacía mucho que estaba maduro para ambas cosas. Sólo dos veces abandonó su patria de elección durante largas temporadas. Pasó tres años (1805-1808) en Viena, y en 1815 pasó algunos meses en Londres, adonde había viajado una vez, en 1784.
Su estilo es sencillo, y sin embargo muy artístico, poderoso y de un efecto profundo; su parentesco espiritual con Gluck y sus obras reformistas es inconfundible. Entre sus casi treinta óperas, las más importantes son: Démophoon (1788), Lodoïska (1791), Elisa (1794), Medea (1797-1802), Les deux journées (1800), Faniska (1806, en Viena), Les Abencérages (1813) y Ali Baba (1833). La mayoría pertenece al repertorio francés, muchas son óperas comiques, que no son necesariamente «cómicas». Después de su muerte, casi todas sus obras, antes tan celebradas, perdieron vigencia con sorprendente rapidez, pero nuestra época vuelve a hacer justicia al indiscutible maestro. Durante mucho tiempo, Les deux journées fue su única obra de repertorio; luego vino el redescubrimiento de Medea (sobre todo gracias a Maria Callas). La encantadora comedia L’hôtellerie portugaise la representan con éxito conjuntos de cámara. De Anacreón se oye de vez en cuando la brillante obertura. Son magníficos sus dos Requiem, de los cuales uno fue ejecutado en su entierro, de acuerdo con sus deseos.
Fuente:
Pahlen, Kurt – DICCIONARIO DE LA OPERA
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1894 – Nacimiento en Eperjes (Hungría) de la soprano ROSE PAULY. Estudió en Viena con la famosa contralto de la Opera de la Corte de Viena, Rosa Papier-Paumgartner. Su debut tuvo lugar en Hamburgo como Aida, seguidamente debutó en Viena en 1918, como Desdémona en Otello.
A partir de entonces pasó rápidamente por las ciudades de Hamburgo, Gera (donde cantó la primer representación alemana de Katya Kabanová de Janacek), Karlsruhe, Colonia y Mannheim para luego retornar a Viena. En aquellos años cantó Tosca, la Emperatriz en Die Frau ohne Schatten de Strauss y Rachel en La Juive. En 1927 se trasladó a la Kroll Opera de Berlin, donde abordó los roles de Senta, Donna Anna, Rezia en Oberon de Weber y cantó su primera Elektra bajo la batuta de Otto Klemperer. Su colaboración con Clemens Krauss en la Opera del Estado de Berlín fue principalmente en las óperas de Richard Strauss, no solamente Elektra y Salome – sino también Die Frau ohne Schatten, Intermezzo y Die Ägyptische Helena. Su carrera en Berlín tuvo una abrupta interrupción con la llegada del nazismo en 1933, cuando los artistas judíos se vieron obligados a huir. PAULY regresó a Viena, esta vez como Elektra, Martha en Tiefland de d’Albert, Aida, Marie en Wozzeck (premiere mundial de la obra), Jenufa, Donna Anna (uno de sus roles favoritos), Senta, Leonora, Carmen, Eboli, Kundry, Turandot, Lady Macbeth y Sulamita en Die Königin von Saba de Goldmark. En 1933, en Salzburgo, PAULY fue la mujer del tintorero en Die Frau ohne Schatten, reapareciendo allí en 1934 y 1937, en ambas ocasiones como Elektra. En 1938 cantó este rol en el Covent Garden. En ese mismo año fue Elektra en San Francisco y en el Metropolitan Opera de Nueva York donde también cantó Venus (Tannhäuser). Después se presentó en Chicago, en la Opera de Roma y el Teatro Colón de Buenos Aires. En 1946, ROSA PAULY se estableció en Palestina. Permaneció activa como profesora de canto hasta su muerte ocurrida en Kfar Shmaryahn (Israel) el 14 de diciembre de 1975.
Fuente:
Website Cantabile-subito – http://www.cantabile-subito.de/
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1908 – Nacimiento en Praga (República Checa) del tenor KURT BAUM. Estudió con Garbin en Milán y Scoleri en Roma. Debutó en Kreiderkreis de Zemlinsky, en Zurich (1933). Cantó en el Teatro Alemán de Praga (1934-39), en la Opera de Chicago (1939-41). Debutó en el Metropolitan Opera como el Cantante Italiano en Der Rosenkavalier, en 1941, y cantó allí hasta 1967, en roles tales como Manrico, Radamès, Enzo. Fue el primer Tambor Mayor de Wozzeck en el Metropolitan. También cantó en La Scala de Milán (1948-49) y en el Covent Garden (1953).
KURT BAUM falleció en Nueva York (Estados Unidos) el 27 de diciembre de 1989.
Fuente:
Hamilton, David – THE METROPOLITAN OPERA ENCYCLOPEDIA
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1915 – Nacimiento en San Mauro a Signa (cerca de Florencia, Italia) del tenor MIRTO PICCHI. Su acercamiento al canto fue tardío y realizó sus estudios en el centro de preparación de artistas líricos del Teatro Comunale de Florencia, bajo la guía de G. Armani y de la renombrada soprano Giulia Tess. Debutó en Milán como Radamès en Aida (1946) y durante varios años se dedicó al repertorio tradicional. En agosto de ese año ya estaba reemplazando a Galliano Masini en La Scala con ese título. En 1948 fue titular de Radamès en la sala milanesa y agregó el protagonista de Andrea Chénier junto a Tebaldi. Al año siguiente fue Dimitri en el Boris Godunov encabezado por Christoff y Florestán en Fidelio, mientras que en 1951 afrontó el Gennaro de Lucrezia Borgia y el Tom Rackwell de The Rake’s Progress de Stravinski. En 1952 participó como Marcial Quiroga en el estreno mundial de Proserpina e lo straniero de Juan José Castro y cantó Wozzeck al lado de Gobbi. Sus últimas funciones en La Scala de ese período fueron con el Max de Der Freischütz (1955; con De los Angeles) y el Aligi de La figlia di Iorio de Pizzetti. La principal sala lírica italiana fue sede de su retiro de la escena con el Basilio de Le Nozze di Figaro, bajo la dirección de Claudio Abbado (1974).
En 1949 había debutado en el Maggio Musicale Fiorentino con L’asedio di Corinto. Habitual partenaire de Maria Callas, estuvo a su lado desde la primera Norma (Florencia, 1948) de la artista. Este título los reunió nuevamente en Catania (1950 y 1951), Rio de Janeiro y Sâo Paulo (1951), Londres (1952 y 1953), Chicago (1954) y Epidauro (1960). También estuvieron juntos en Aida (Nápoles y Roma, ambas en 1950).
MIRTO PICCHI falleció en Florencia el 25 de septiembre de 1980.
Fuente:
Patrón Marchand, Miguel – CALLAS y 99 CONTEMPORÁNEOS
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1928 – Nacimiento en Madrid (España) de la soprano CONSUELO RUBIO. Inició sus sus estudios musicales en el Real Conservatorio de Madrid a lo largo de la década de los años cuarenta. Terminada su formación, dio sus primeros pasos profesionales por diversos teatros de Madrid y Barcelona. El verdadero reconocimiento de la artista comenzó cuando le fue otorgado el primer premio del Concurso Internacional de canto celebrado en Ginebra en 1953.
Es a partir de esta fecha cuando se puede hablar de una fama internacional tanto en la vertiente de recital como en la de ópera. Fama que viene avalada por sus memorables actuaciones en la Ópera de Montecarlo con Carmen (1858); en un recital Barroco en el Hollywood Bowl de Los Ángeles (1959); en la Staatsoper de Viena con Don Carlo y con Ariadne auf Naxos (1960); en la Ópera de Turín con Genoveva (1961); o en los Campos Elíseos de París con Carmen (1965). De entre sus numerosas actuaciones por los teatros de París, Chicago, Nueva York, Viena, Madrid, Río de Janeiro, Munich, Ginebra, Ámsterdam, Roma, Milán, Florencia, Bruselas, Lucerna, San Francisco, Buenos Aires, Lisboa… Representando un variadísimo repertorio con obras como Dido y Eneas, Don Giovanni, Cosí fan tutte, Giulio Cesare, Alceste, Las bodas de Fígaro, Idomeneo, Lohengrin, Don Carlo, Otello, Ariadne auf Naxos, Faust, Carmen, Werther, Manon, La forza del destino… además de innumerables canciones religiosas, mélodie francesa y lied. Y actuando al lado de las mejores figuras del momento.
Tras una carrera de éxitos, más en el extranjero que en la propia España, Consuelo Rubio se retiró de los escenarios a mediados de la década de los sesenta.
CONSUELO RUBIO falleció en Madrid el 1 de marzo de 1981.
Por lo que respecta a las características de su voz, las críticas fueron en su época unánimes, se resaltaba el temperamento dramático, la voz pastosa y brillante y la claridad en la dicción al margen del idioma en el que se cantase la obra, lo cual denotaba un perfecto conocimiento del idioma en el que interpretaba.
En cuanto a su discografía ésta es muy variada, destacando entre toda su producción la ópera Carmen para el sello discográfico Orpheus (1959); La condenación de Fausto junto a la Orquesta de Conciertos Lamoureux para el sello DG (1960); Goyescas para la Columbia en el mismo año; Las Canciones playeras de Oscar Esplá para el sello EMI; entre otras.
Fuentes:
Artículo escrito por Enrique Peláez proveniente del Website Canto Lírico
http://www.cantolirico.com/
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1929 – Nacimiento en Perugia (Italia) de la soprano ANTONIETTA STELLA. Estudió canto en su ciudad natal y ganó en 1949 el primer premio del concurso de Spoleto. Debutó en la Opera de Roma el 27 de enero de 1951 como Leonora en La forza del destino, siendo una de las pocas cantantes que pudieron dar sus primeros pasos en papeles y salas de primer rango. Su Don Alvaro fue el ya consagrado Mario Del Monaco. Inmediatamente fue solicitada por los principales teatros de Italia, que comenzaron a hacer crecer peligrosamente su repertorio. En 1951/52 llegó a ser Sieglinde en Die Walküre (Bolonia) y Elisabeth en Tannhäuser (Génova). La versatilidad pareció ser su principal aspiración y su búsqueda la hizo exhibirse en Guillaume Tell (Roma 1952/53), L’amore dei tre re (Génova, mismos años) y el Aroldo verdiano en el Maggio Musicale Fiorentino. Este status la expuso a la atención del público, que veía en ella una de las voces de soprano más incisivas y contundentes del momento. En 1954 cantó Lohengrin en Roma y se orientó peligrosamente hacia las heroínas más enjundiosas de Verdi (Amelia, Elisabetta y Aida) con todos los peligros que ello implicaba.
Antonietta Stella debutó en La Scala en enero de 1954 como Desdemona en Otello junto a Del Monaco y Warren. En febrero de 1956 se aventuró con la Donna Anna de Don Giovanni, bajo la dirección de Otto Ackerman y en la compañía de Siepi, Schwarzkopf, Carteri, Monti, Panerai y Tajo. En abril afrontó a Amelia en Un ballo in maschera con Di Stefano, Bastianini y Stignani. El 7 de diciembre de ese año Stella participó en la inauguración de la temporada de La Scala como protagonista de Aida en una versión que la unía a Simionato, Di Stefano, Guelfi y Zaccaria. En abril de 1957 fue Leonora en La forza del destino con Di Stefano, Protti, Simionato y Zaccaria. En el mismo mes de 1960 Antonietta Stella volvió a Un ballo in maschera, esta vez con Poggi, Bastianini y Barbieri. A fines de ese año intervino en Don Carlo junto a Christoff, Simionato, Ghiaurov y Labó. A principios de 1961 regresó a La forza del destino como última de una serie de Leonoras. En febrero compartió con Tucci y Price algunas funciones de Madama Butterfly. Su año finalizó triunfalmente con la inauguración de la temporada 1961/62 con La battaglia di Legnano de Verdi, coprotagonizada por Franco Corelli y Ettore Bastianini. Dada la importancia de estas funciones de apertura en la compañía milanesa es fácil adivinar que Antonio Ghiringhelli deseara encontrar una nueva diva que pudiese paliar la situación creada por una declinante Callas o la igualmente complicada Tebaldi, cuyo horizonte canoro parecía lleno de nubes agoreras. Para la desgracia del director teatral, esa nueva figura no iba a ser Antonietta Stella. Otra intervención de gran relieve fue su participación en el Trittico pucciniano de 1962 como Suor Angelica, además de la inauguración de otra temporada (1962/63) como Leonora en Il Trovatore, compartiendo honores y aplausos con Corelli, Bastianini y Cossotto. Con estas actuaciones su reputación llegó a la cumbre, comenzando casi de inmediato el lento proceso de decadencia y desplazamiento por otras colegas.
En otras salas italianas Stella se paseó por un variado repertorio que incluía títulos como La Wally (Roma, 1960) y Luisa Miller (Palermo, 1963).
Los primeros triunfos de Stella en el exterior se produjeron en el Covent Garden de Londres, donde el l2 de julio de 1955 se exhibió como protagonista de Aida. Al año siguiente viajó a Buenos Aires y se presentó con el mismo título. Demostró poseer una voz generosa y extensa, no de igual calidad en todo el registro. En ese personaje volcó su ardiente temperamento y actuó en escena con un vestuario bastante audaz. Después cantó La Traviata, Tosca y La Bohème, mostrando menos fulgores. Stella volvió a la capital argentina con posterioridad, recibiendo la adhesión del público. En 1956 cantó en Brasil su única Norma. Su tardío debut en la Opera de París se realizó en 1970 con Tosca.
En 1956 nuestra soprano recibió un gran espaldarazo al debutar en el Metropolitan Opera, convirtiéndose de inmediato en una favorita del público neoyorquino. El 13 de noviembre fue aplaudida en Aida y tres días después ya afrontó la Leonora en Il Trovatore. Dentro del marco de la misma temporada fue protagonista de Tosca y Elisabetta en Don Carlo. En pasajero intento de alivianar el peso de sus responsabilidades vocales, en 1957/58 se acercó a Violetta en La Traviata (cotejándose muy de cerca con Callas, Tebaldi y De los Angeles) y a Madama Buttefly, que estudió con un regista japonés y que se convirtió en una interpretación festejada en todo el mundo por la sinceridad del enfoque y en su propio personaje favorito. Estos destellos en el campo de la soprano lírica no impidieron que Antonietta Stella regresara a la Amelia de Un ballo in maschera (enero de 1959) y a la Maddalena de Andrea Chénier cantada en una aislada función de 1960.
Fuente:
Patrón Marchand, Miguel – CALLAS y 99 CONTEMPORÁNEOS
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1975 – Fallecimiento en San Sebastián (España) del tenor ISIDORO DE FAGOAGA. Había nacido en Vera del Bidasoa (Navarra, España) el 4 de abril de 1893.
Hijo de una familia humilde, ya desde la adolescencia descubrieron la excelencia de sus medios vocales y éstos le llevaron a ser solista en la escolanía parroquial. Sin embargo, él prefería escribir poesías y relatos que aparecían en el boletín del colegio donde cursaba sus estudios. Ya mozo, decidió ir en busca de fortuna y emigró a Buenos Aires. Durante algún tiempo trabajó como dependiente en una ferretería de la plaza del Once. Escribía en los periodiquillos del gremio y, al tiempo, cantaba en fiestas y reuniones. Los amigos, que fueron sus primeros admiradores, le animaron a que se presentara al famoso barítono Titta Ruffo y al tenor vasco Florencio Constantino, que entonces actuaban en el Teatro Colón. Lo hizo, le oyeron y muy excelente impresión debió causarles porque le aconsejaron que fuese a Milán para estudiar, dándole cartas para algunos prestigiosos maestros. Siguió el consejo y al poco tiempo, tras reñida oposición, ganó el concurso Campanini que le aseguraba una beca en el Conservatorio de Parma.
Su potente voz no era, en verdad, muy apropiada para la delicadeza del bel canto. Por eso le prepararon en el repertorio dramático como tenor heroico. Y eso es lo que fue desde el primer momento, pues poseía medios vocales poderosos, amplio aliento y arrebatado lirismo, que completaba con excelentes dotes de actor. Se presentó en Madrid con “Sansón y Dalila” y después realizó una gira por las principales ciudades de España y Portugal con la Orquesta Sinfónica del maestro Arbós, interpretando fragmentos de “Parsifal”, “La Valquiria” y otras obras wagnerianas. Por entonces, el compositor vasco Jesús Guridi le eligió para estrenar en Bilbao su ópera “Amaya” y seguidamente, el año 1923, la cantó en Madrid.
Regresó a Italia y tras su presentación en Nápoles, donde alcanzó un gran triunfo, fue contratado por el Teatro de la Scala para cantar “Parsifal”, “La Valquiria”, “Sigfrido” y “El ocaso de los dioses” bajo la dirección de maestros tan eminentes como Sigfrido Wagner, Arturo Toscanini, Panizza, Elmendorff y otros. Ello le valió ser considerado como el mejor intérprete de Wagner en los años 20. Y no es exagerada esta afirmación, porque, caso poco frecuente, cantó sus obras en el prestigioso teatro milanés durante once temporadas consecutivas. En España no se le volvió a oir, pero sí actuó en los principales teatros de ópera de Italia y Suramérica, despertando en todos verdadero entusiasmo. En medio de estos constantes éxitos, no dejó de lado su afición literaria y entre funciones y funciones publicó interesantes artículos en los diarios italianos y argentinos, predominando los de carácter artístico. Al tiempo, estrenó las óperas “Auto de berco” de Rey Coelho, en Lisboa; “Ana Karenina”, de Robbiani, en Roma, y “Tabaré”, de Schiuma, en Buenos Aires. Ya había conseguido un gran prestigio, cantaba en los mejores teatros y le pagaban sueldos elevados. Puede decirse que tenía cuanto pudiese desear. Poco antes de que la última Guerra Mundial le envolviese en su torbellino, como a tantos otros artistas, al cumplir los cuarenta años y hallándose en la plenitud de sus facultades vocales, abandonó inopinadamente la escena para consagrarse a la literatura. La decisión podía parecer descabellada y hasta absurda, pero él la tomó arrastrado por su vocación y siguió el nuevo camino plenamente feliz, aunque la familia no pensara lo mismo. Ya sabía que en varios años de escribir artículos no llegaría a ganar lo que cobraba por una sola de sus actuaciones de ópera, pero, bien administrado, había logrado reunir un capital que le permitiría vivir con decoro.
Durante este periodo de escritor salieron de su pluma libros tan notables como “Pedro Garat el Orfeo de Francia”, “Unamuno a orillas del Bidasoa” y otros ensayos, “Retablo vasco”, “Los poetas y el País Vasco” y “El teatro por dentro”, entre otros, todos ellos escritos con tan extraordinaria galanura que su lectura seduce. Al mismo tiempo siguió publicando artículos sobre diversos temas en los periódicos de Italia y especialmente en el diario “La Prensa”, de Buenos Aires, cuya colaboración mantuvo a lo largo de quince años.
Nunca más volvió a cantar. Para darnos idea de su arte nos quedan discos con diversos fragmentos de obras wagnerianas. Él mismo ha dejado escrito que cuando sus muchos admiradores le preguntaban dónde habían quedado los recuerdos de su vida anterior, las críticas, los carteles, las partituras anotadas por quienes le dirigieron y la multitud de fotografías en las que aparecía con relevantes personalidades y artistas de Europa y América, él eludía referirse a ello. Decía que todo eso yacía sepultado en el fondo de unos viejos baúles en el desván de su casa de Vera de Bidasoa. ¿Estarán todavía allí cubiertos por el polvo de los años? Si me es posible, algún día trataré de averiguarlo, por la mucha simpatía y admiración que la figura de Isidoro Fagoaga me inspira, aunque nunca le oí más que en discos.
Muchos hombres han corrido y muchos hombres correrán tras la gloria escénica. Este tenor que encarnó a Siegfried, a Parsifal y a Siegmund, la cambió voluntariamente por la literatura. Y entre libros, ensayos, artículos y conferencias, le llegó silenciosa la muerte, cuando aún podía haber escrito grandes obras. Los dioses del Walhalla no lo quisieron así.
Esta destacada figura de la lírica, poco conocida en España, merece ser recordada porque su vida es la historia de un cantante que no quiso serlo. Su verdadera vocación iba hacia la literatura, y, sólo las circunstancias que le rodearon, y su gran voz, le llevaron a la ópera. Llegó a ser tenor excepcional y, a la vez, un escritor muy notable. El caso no es nuevo: ahí estuvo para probarlo Giacomo Lauri Volpi.
Fuente:
Hernández Girbal, F. – Isidoro Fagoaga
Website Archivo Wagner – http://archivowagner.info/